Con mano virtuosa preservo el honor de mi velo,
y con mi castidad me elevo sobre mis coetáneos.
No lamento mi reclusión, ni el nudo de mi pañuelo,
la ropa que visto o el orgullo de vivir tutelada.
Estar en el harén no me impide gozar de un alto rango,
ni me lo impide ir velada de la cabeza a los pies.
2.
Cómo ardía mi corazón de ganas de participar en sus amenas tertulias? Me impedía
cumplir aquel anhelo el velo propio del harén, y el cerrojo del gineceo me vedaba el acceso al
brillo de aquellos astros.
3.
Mamá, se acabó el estar juntas: mañana
verás mi féretro pasar como una novia,
pero camino del sepulcro,
ahora mi casa y con el tiempo la de todos.
Dile al señor del sepulcro: ten clemencia de mi hija,
va a ti como una novia raptada por el destino.
Mamá, guarda el ajuar en recuerdo mío,
el alegre ajuar para mi boda.
A partir de ahora, nuestra trágica separación
te vestirá de luto: se cumplirá lo que escrito estaba,
y mi tumba se convertirá en el follaje de un jardín exuberante
con aroma de flores cuando la visiten.
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